domingo, 20 de noviembre de 2011

Una vida en doce episodios más uno y por tres.


         La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes
        Fuentes resta importancia al tiempo y su continuidad cuando navega a través del espacio y el tiempo de la vida de Artemio Cruz.  El hilo conductor de la novela no está marcado por la secuencia de los eventos sino por su armoniosa asincronía.
Doce momentos claves ordenados para describir a un hombre desde afuera hacia adentro o viceversa, pasando por alto  la cronología de su vida.
La vida y la muerte de Artemio Cruz son el reflejo de la sociedad mexicana de  la primera mitad del siglo XX, un estado independiente puertas afuera, pero manejado como una colonia o una hacienda hacía adentro.  Cruz representa al México oligárquico, aquel de un rígido poder terrateniente y grandes negocios internacionales con sus vecinos estadounidenses.  Él es el prototipo de la forma en que se amasaron o mantuvieron muchas fortunas antes y después de la Revolución Mexicana, es decir con el sacrificio de otros, es especial de los campesinos más deprimidos, sin importar los medios usados para cumplir su fin y mantener el status quo.
La mente maquiavélica de Artemio Cruz le permitió concentrar el poder de tal forma que lo sumió en la soledad. Destruía todo lo que le rodeaba, en su afán de a acaparación de poder e influencia, así Cruz en su delirio dice para sí: “¿Quién no será capaz, en un solo momento de su vida —como tú— de encarnar al mismo tiempo el bien y el mal, de dejarse conducir al mismo tiempo por dos hilos misteriosos, de color distinto, que parten del mismo ovillo para que después el hilo blanco ascienda y el negro descienda y, a pesar de todo, los dos vuelvan a encontrarse entre tus mismos dedos?
Artemio Cruz es ese México sin alma, al que ya no le importa tener una,  aunque en ocasiones la nostalgia le haga añorar la época cuando la tuvo, como cuando Regina lo amaba, aunque no fuera puro de inicio, sino algo surgido durante su violenta profanación.  Así para Cruz, nada era limpio, ni lo único bueno que había tenido.
La pureza que había profanado y creó ese amor de agredido hacía agresor, es similar al del pueblo empobrecido hacía sus líderes mesiánicos y populistas, quienes lo manipulan permanentemente para que haga lo que a ellos les conviene.
Cruz es la voz de todo, el íntimo Yo, el cálido Tú y el Frío él, son manejados cuidadosamente para dar sentido y armonía a la cronología no lineal de la obra.
Previo a las doce visiones atemporales de los hechos, sin fecha ni descripción comienzan sus bizarros delirios reconociendo su impotencia y postración actual por vejez, piensa para sí en primera persona, (Yo), “Soy esto, (…), soy este viejo con las facciones partidas por los cuadros desiguales del vidrio”.
Frente al espejo que refleja su decrepitud se desdobla en su gemelo, aquel que vive aún en su pasado y que lo nombre para introducir a la segunda persona narrada a través del Tú, relatándose a sí mismo los sucesos acontecidos.
Finalmente la tercera persona Él comienza cada uno de los doce capítulos, estableciendo una narración desde un punto plano general, para ir profundizando a través  de primeros planos usando la segunda persona y planos subjetivos cuando usa la primera, estableciendo siempre una visión de afuera hacia adentro de los hechos, lo que le permite transitar de forma discontinua por el tiempo, pero estableciendo un firme hilo conductor al profundizar en cada nivel del personaje, desde sus más íntimos sentimientos hasta sus más superfluos impulsos.
Al final, los tres puntos de vista se conjugan casi en orden inverso que al inicio, primero aparece Él, narrando el inicio de su vida: “él lloró y empezó a vivir”.   Impotente y resignado a su inminente fin, intercala los puntos de vista para demostrar que es un todo y las suma de sus partes han construido este viaje “Yo no sé…si él soy yo, (…), Tú… te traigo dentro de mí y vas a morir conmigo (…), Él…lo traje adentro  va a morir conmigo… los tres… que hablaron… Yo…lo traeré adentro y morirá conmigo, (…), ya no sabrás... te traje adentro y moriré contigo... los tres... moriremos... Tú... mueres... has muerto... moriré”
La fragmentación y la intercalación ordenada por niveles hacen de este libro un sólido relato introspectivo de un hombre que es el reflejo de su sociedad que busca insaciablemente el poder  sin importarle ni los costos, ni las consecuencias que tienen el camino del poder.

“Las revoluciones las hacen los hombres de carne y hueso y no los santos, y todas acaban por crear una nueva casta privilegiada.”, Carlos Fuentes, (s.f.)



Bibliografía
1962. Fuentes, Carlos. La muerte de Artemio Cruz. Madrid: Santillana, 2011.

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